La polémica ha ido de la mano con los deportes en general y con el fútbol en particular desde su nacimiento. Desde que la única opción para ver los partidos era ir al estadio y no podías ver el partido en un bar o en tu casa. Entonces no había BAR ni VAR. Ni siquiera una cámara. Y claro, se cometían errores. Muchísimos más que ahora incluso. Porque el trabajo de los árbitros siempre ha sido muy poco valorado. Tanto entonces como ahora.
Como todo en los seres humanos, al inicio el fútbol (y el baloncesto) eran deportes muy físicos y claro, había muchos golpes, faltas… Nada tenía que ver con las virguerías de las que los jugadores son capaces ahora. Eran puras piernas y nada de técnica. Por eso, y pensando en la integridad y la salud de los jugadores, se crearon las sanciones.
Al principio eran amonestaciones verbales. Pero claro, esto provocaba que el público muchas veces no se enterase de por qué o cuando se echaba a un jugador o cuándo tenía que actuar con más precaución para no irse a la calle antes de tiempo.
Fue un árbitro inglés, Ken ASton, el que a finales de los 60 ideó el sistema de cartulinas actual. Expuso su idea al comité de árbitros de la FIFA y se aprobó. De tal manera que en el Mundial de México 1970 fue el primero que usó las tarjetas amarillas y rojas. Y de ahí se extendió a todas las ligas.
El sistema siempre fue el mismo: dos amarillas equivalen a una roja. Aunque a lo largo de la historia las causas para sacar amarilla han variado. Las rojas, sin embargo, siempre han seguido, más o menos las mismas directrices: toda entrada demasiado agresiva u ocasión manifiesta de gol es una tarjeta roja directa.
Luego, bueno, también cierta página decidió que una tarjeta roja directa era el mejor método para mandarte a ver el partido online. Suponemos que es una metáfora de que «te hayan echado del partido». Al menos en esto, las cosas cambian. Gracias a Barty podrás ver el futbol en el bar. Sin que te muestren ninguna tarjeta por hacer nada ilegal 😉